Decálogo de Innovación Competitiva
A continuación les traemos un decálogo de innovación que pueden emplear a la hora de realizar alguna estrategia dentro de su empresa.
Los trabajos de innovación no deben ser vistos como una actividad que se realiza al margen de las funciones cotidianas de la empresa, a cargo de un área definida o por dos o tres personas de la organización. La innovación debe seguir e integrarse en las directrices contenidas en las estrategias de negocio de la empresa.
Los más altos niveles de la empresa, que son los responsables de las decisiones que crean las directrices y las políticas; deben comprometerse a fondo con el proceso innovador, deben vigilarlo, protegerlo, incentivarlo y desde luego controlarlo.
La innovación no es un mundo sólo para los técnicos. La innovación forma parte de la empresa y como tal debe centrar sus criterios en los mismos que la caracterizan: una marca vive para sus mercados y depende totalmente de ellos. Esto quiere decir que el proceso de innovación debe partir necesariamente de la identificación de las necesidades y sólo tiene sentido en la medida que consigue satisfacerlas.
Innovar quiere decir hacer las cosas de forma diferente de como se ha venido haciendo hasta el momento. Para ello es necesario poseer una fuerte convicción en lo que se está haciendo. En consecuencia, hay que ser flexible y abierto al cambio. Pero siempre recordando que ser arriesgado no quiere decir que, necesariamente, se sea imprudente; es necesario pensar en términos del concepto de «riesgo calculado».
La alta dirección debe intervenir en las decisiones sobre «qué» se va a hacer y «para qué» se va a hacer. Pero, debe dejar que sean los expertos que decidan el «cómo» se va a hacer. Además, es importante agotar inicialmente todas las posibilidades de innovación en las áreas que forman parte del «saber hacer» (know how) de la empresa; piense siempre que cuando usted más se aleja de lo que conoce, más se elevan los riesgos.
La innovación, como cualquier otra actividad de la empresa, no puede dejarse a la improvisación: la alta dirección deberá preocuparse de definir aspectos como: los objetivos a perseguir, establecer los presupuestos en función de los objetivos, establecer un sistema eficaz de vigilancia tecnológica a 360 grados, elaborar un análisis del estado de la situación y exigir resultado a plazos razonables.
Los proyectos son las herramientas que permiten desarrollar y controlar una estrategia de innovación y darle seguimiento a sus resultados. Además, sólo contando con ellos se puede optar a ayudas e incentivos económicos. Los proyectos deben apoyarse en tres pilares: técnico, comercial y financiero.
En materia de innovación, 1+1 es mucho más que 2. La empresa deberá colaborar activamente con centros tecnológicos y universidades con el objetivo de crear una estructura operativa que permita transferir los conocimientos. Asimismo, cooperar con empresas que complementen la actividad de la propia organización.
Es necesario dedicar personal capacitado para aportar ideas y para captar y desarrollar las buenas iniciativas de los demás.
La innovación, junto a la cooperación y la internacionalización, son las claves del siglo XXI. Sólo a través de una economía basada en el conocimiento será posible afrontar los retos de un mercado globalizado. La innovación debe incorporarse en todas las vertientes de la cultura existente en la empresa: si se trata de innovar en una empresa con una mentalidad conservadora se corre un riesgo muy alto de que las ideas innovadoras mueran incluso antes de ser evaluadas debidamente.