Cinco mitos acerca de la transformación digital
Muchos ejecutivos seniors y gerentes aspiran a la eficiencia, innovación y competitividad que brinda la transformación digital. Pero en realidad, el camino suele ser más complicado de lo que esperan.
Mientras muchos hablan acerca de los beneficios de implementar este tipo de estrategias, pocos mencionan todo lo que debe suceder tras bambalinas para lograrlo. A menos de que la transformación esté bien planeada, perfectamente ejecutada e impulsada con entusiasmo por los altos mandos, se cometerán muchos errores. Y es que todo cambio suele costar mucho dinero, mucho tiempo y mucho esfuerzo.
Así que, antes de iniciar cualquier proceso con el fin de “revolucionar” tu industria, es necesario que entiendas estos mitos.
Bueno, la realidad es que no toda empresa, proceso o modelo de negocio lo requiere.
No estamos hablando de una actualización de software, sino de un shock que cambiará como funciona tu empresa por dentro. Es más, para poder transformar un proceso digitalmente, debes poder modelarlo. El problema es que no todas las empresas pueden hacerlo sin perder factores importantes. Y aún las que pueden, no necesariamente por hacerlo van a generar mayores ingresos.
La transformación digital beneficia más a las empresas cuyas reglas, procesos, modelos y sistemas puedan ser replicados y que, al hacerlo, aumente el potencial de crecimiento.
Resulta que el mayor impacto a corto plazo viene de tecnologías convencionales, operaciones y estratégicas.
La transformación digital más bien debe aprovechar la tecnología que ya ha sido probada y comprobada (como las bases de datos) o que sea estratégica (como un software para manejar relaciones con los consumidores). Rara vez proviene de una tecnología emergente (como la realidad aumentada) o disruptiva (como machine learning).
¿Por qué? Pues porque muchos procesos y modelos de negocio están pasados de su vida útil. Uber y Airbnb han logrado revolucionar sus industrias aprovechando el alcance de los smartphones, apss y sitios web para optimizar un proceso que ya existía. Es mejor aprovechar los recursos que ya son usados masivamente que crear nuevas tecnologías.
Esto es falso porque, ¿para qué cambiar lo que funciona? Si las cosas van bien para la empresa (tanto para sus empleados como accionistas) es poco probable que generen cambios significativos.
Las empresas que están fracasando se ven más motivadas a transformarse por el simple hecho de que algo tiene que ser diferente. Y tiene que suceder rápido. Las empresas exitosas tienden ha ser más cautelosas frente a lo nuevo, lo inexacto y eso restringe el proceso de cambio.
¿Dónde podemos encontrar menos resistencia a este tipo de esfuerzo? En empresas que están fallando o startups que tienen un capital de inversión y la mentalidad de tomar riesgos. Por contraste, las empresas bien establecidas tendrán que salir de su zona de confort para poder lograrlo.
Relacionado a lo anterior, la transformación disruptiva rara vez comienza con los líderes del mercado cuyos modelos de negocios han definido sus categorías durante años.
Si una empresa lleva mucho tiempo a la cabeza frente a sus competidores, seguramente fue innovador y disruptor en algún momento. Pero aún las empresas con estas características en su ADN son resistentes a los cambios.
Históricamente, las grandes disrupciones han venido de startups apostando en industrias antiguas. ¿Quiere decir que no hay posibilidad de hacerlo si mi empresa es líder del mercado? No. Pero, al igual que con el punto anterior, tendrán que cambiar la forma de pensar y arriesgarse a probar cosas diferentes.
El número de ejecutivos que realmente desean cambios en sus compañías es bastante bajo. Sobretodo, en empresas públicas.
Esto se debe a que el concepto de innovación es atractivo, pero, como mencionamos al principio, el proceso será arduo. Para lograrlo, se requiere apoyo de los altos mandos. Y este debe ser público, persistente, duradero e inquebrantable.
Muchos ejecutivos actúan con recelo frente a los riesgos que podrían afectar su estatus en la compañía. Muchos se ven desafiados con la complejidad de ciertos proyectos transformativos. Pero más que nada, serán reacios ha cambiar lo que sí funciona por algo que (quizás) podría funcionar mejor.
Hay una brecha bastante amplia entre lo que se dice sobre transformación digital y lo que realmente se hace. No nos dejemos engañar por modas pasajeras, ni nos lancemos a implementar estrategias sin evaluar su utilidad para nuestra compañía. El juego de la innovación es a largo plazo, así que es mejor dar pasos pequeños y certeros para obtener los mejores resultados.