La monogamia sofoca la creatividad
Todos podemos ser creativos. Lo decimos con certeza pues nos gusta pensar que es una mentalidad tanto como un conjunto de habilidades que muchos compartimos. Ser creativo es ser consciente de que todo lo que creamos es un acto de autorrealización que ayuda a otra persona.
Sin embargo, nos acercamos al proceso creativo de la misma manera desde hace demasiado tiempo: en duplas. Sí, las reglas son las mismas sin importar lo que hagamos: debemos ser concisos, sorprendentes, usar storytelling, pues una gran idea puede redefinir el mundo de las marcas de manera instantánea. Pero, ¿es la monogamia la mejor opción?
¿Dos cabezas piensan mejor que una?
En las agencias pasa algo interesante. Estamos acostumbrados a trabajar en duplas, en la salud y en la enfermedad, para bien o para mal, hasta que la muerte o una mejor oferta nos separen. Tantas ideas han sido creadas bajo este sistema que es lógico pensar que funciona. Sin embargo, ¿se han preguntado si estamos bloqueando el potencial creativo al no probar algo diferente?
Tal vez vamos por el camino equivocado y la monogamia no es la mejor opción. ¿Por qué? Pues, porque las mejores ideas surgen cuando dos mentes diferentes se unen en lo mismo. Y admitámoslo, eventualmente pasamos tanto tiempo con nuestra dupla que los conocemos demasiado bien. Nos acostumbramos, empezamos a anticipar la manera de pensar del otro y se vuelve difícil sorprendernos.
Entonces, como creativos, estamos en constante necesidad de nuevas relaciones. Incluir un tercer miembro ocasional al proceso de ideación puede enriquecer nuestro potencial y el de los demás.
Una alternativa a la monogamia
La televisión utiliza un modelo diferente: el cuarto de escritores. Allí, se reúnen varios redactores a lanzar ideas hasta que uno o dos toman lo que hay y le dan forma. Con un grupo pequeño, a menos que todos se odien entre sí (lo cual puede suceder), hay una sensación de aptitud que anima a las ideas a burbujear.
A menudo, el trabajo grupal nos da (y al cliente) muchas más opciones. Si todo el equipo lanza unas cuantas ideas, luego podemos reducirlas a dos o tres campeonas. Esta promiscuidad ayuda además a cambiar algo innecesario en este antiguo sistema: el deseo de conseguir crédito. Es más difícil sentirse dueño de una idea si sabemos que esta tiene muchos padres. Quizás esto podría ayudarnos a abandonar el ego y enfocarnos en crear algo genial, en lugar de algo propio.
Sigamos aspirando a ser inspiradores
Sigamos alimentando nuestra curiosidad, porque ese es el combustible para el cambio. Sobresalgamos. No nos conformemos. Seamos brillantes y estemos disponibles para trabajar con varias personas. Esto no quiere decir traicionar a nuestras duplas, pues las reglas de una relación creativa permanecen: honestidad, claridad, respeto y una mente abierta. Lo que sí quiere decir es que salgamos a hacer tantas conexiones como podamos y compartamos ideas. ¿Ustedes qué opinan? ¿Estarían dispuestos a experimentar?